Ya se cumplieron dos años desde que tomamos una decisión inmensamente importante y que está rindiendo frutos tremendos.
Era el año 2019, y nuestro hijo asistía a la escuela pública acá en Chile como todo niño normal, y como toda familia espera. Sin embargo, algo no estaba bien.
Todos los días se le preguntaba qué habían hecho en el colegio. Acá en la casa se le enseñó cómo describir con detalle sus días y experiencias, así que fue fácil tomar nota de su “progreso” como estudiante. Pronto nos dimos cuenta de que había cosas muy raras; comentarios de profesores, comportamientos de alumnos que se pasaban por alto mientras se castigaba a quien mostrara no estar conforme, tareas sin sentido. También nos dimos cuenta que incluso los libros de todas sus materias hacían llamados al activismo o agitación social. También, asignaban trabajos con instrucciones contradictorias que hacían que nos sintiéramos frustrados al no saber si el niño no estaba prestando atención en clase, o si los profesores eran ineptos. Hoy en día, me decanto por la segunda.
El niño no se sentía a gusto y manifestó en varias ocasiones pensamientos muy negativos que prefiero no describir, pero que se han vuelto lugar común entre los jóvenes en muchos lugares del mundo. Incluso la comida que daban en el comedor le hacía sentir mal. Pero había que seguir enviándolo o se le estaría violando su “derecho a la educación”.
Llegó el año 2019, una época llena de descontento social y violencia. Entre las cosas que recuerdo hubo paros de profesores que exigían reivindicaciones históricas y mejoras en su ambiente laboral. Sabiamente, asistimos a todas las reuniones e hicimos las preguntas pertinentes: ¿Por qué no le están dando clase a los niños? ¿Por qué no se está cumpliendo la currícula a cabalidad? ¿Por qué están llamando a los niños a marchar con ustedes?
La respuesta siempre era: Esos son mandatos del ministerio o de las autoridades. Es decir, ni la dirección, ni los padres, ni los profesores teníamos competencia en lo que sucediese con nuestros hijos.
Ese año sucedió también el famoso estallido social. Algunos colegios suspendieron clases (de nuevo), pero poco a poco llamaron a los niños a asistir. Sin embargo, se les alentaba a salir de su establecimiento de estudios para protestar por sus derechos y exigir justicia social. Es decir, que se convirtiesen en activistas.
El niño asistía también a los Scouts. Llevábamos un año entero juntando plata para enviarlo de campamento con sus compañeros al sur, una experiencia que no queríamos que se perdiera. Así que lo dejamos ir para alejarlo de todo este malestar social.
Sin embargo, luego nos enteramos que los guías Scouts también alentaron “manifestaciones” durante la semana de campamento, y que los niños terminaron vandalizando el lugar que les había ofrecido hospedaje. Nuestro hijo contó todo en detalle.
Llegó la pandemia y las clases online. No logramos hacer que el niño mostrara interés en las clases, así que decidimos acompañarlo. Fue una experiencia reveladora. Nos dimos cuenta que obligar a cualquier niño a pasar por esa jornada de humillación y mediocridad 5 horas al día era un castigo inhumano.
Volvimos a darles una oportunidad al colegio, nos reunimos de nuevo online (esta vez grabando todo para que quedara documentado), y nos dieron las mismas respuestas. Si queremos cambiar algo, tenemos que hablar con el ministerio en la capital, el profesor no puede hacer nada y las reuniones participativas son sólo para participarle a los padres sobre lo que debemos obedecer.
Fue entonces que decidimos hacer homeschooling. Fue un cambio sumamente difícil y que requiere mucha disciplina de parte de todos en el hogar. Tengo que confesar que hubo momentos en que me quería rendir y volver a dejar al niño en manos del Estado. Sobre todo cuando la gente más cercana a mí me reprochaba por estarle “cercenando oportunidades” al niño. Pero seguimos luchando y aprendiendo este arte perdido hace apenas 100 años.
Hoy, después de dos largos años, veo al chico vivir una vida normal, con responsabilidades propias de un adolescente de generaciones pasadas, con hobbies e inclinaciones sumamente interesantes y estimulantes, y me pregunté: ¿Qué hubiese pasado si hubiese tomado el camino fácil? ¿Debimos haber dejado al niño seguir el mismo camino que millones de seres humanos atraviesan durante gran parte de sus vidas?
Nos levantamos con la noticia de que en Chile la violencia en las aulas ha aumentado escandalosamente, las niñas feministas ahora tienen permitido linchar a los varones si se les ocurre mirarlas (o ignorarlas), y que los llamados a formar “jóvenes luchadores” en las aulas han desembocado en un ambiente de criminalidad rampante. Todo esto combinado con un descenso generalizado en el desempeño educativo, y testimonios de otros apoderados sobre cómo en el colegio no enseñan “una wea”.
Y esto no es sólo en Chile. Esto está pasando también en países del primer mundo como Estados Unidos donde el marxismo y la teoría crítica han dejado su huella. Están convirtiendo a los jóvenes en activistas, tal y como propuso Herbert Marcuse y el mismo Paulo Freire, ambos eminentes arquitectos de la estructura educativa moderna. Es decir, a nuestros niños los están educando para tenerle rencor al mundo y a sus familias, exigir derechos, y subvertir al sistema que, irónicamente, se les está enseñando a mantener en el poder.
¿Qué Podemos Hacer?
Hay muchas cosas que podemos ir realizando y que trataré en detalle en otra entrada. Pero, por lo pronto, hay que comenzar por interesarnos en los hijos y en cómo los están educando. Si estás leyendo esto desde algún lugar donde los padres puedan remover a funcionarios que estén propiciando la deconstrucción de los valores tradicionales, participa enérgicamente y convoca a los demás padres para lograr que tu centro educativo se dedique a lo que tiene que hacer. Si sientes que harías un mejor trabajo educando a tus niños en casa, hazlo. Cualquier cosa es mejor que dejar a los niños ser educados por gente que ha demostrado tenerle desprecio a la familia.
Si estás interesado en el curso de homeschooling que escogimos en casa, y si tu hijo o hija ya dominan algo el inglés, puedes visitar el Ron Paul Curriculum. El alumno recibirá clases de historiadores y economistas austríacos como Tom Woods, y lecciones de redacción del mismísimo Gary North (QEPD), así como matemática avanzada, ciencia, finanzas personales y hasta cómo montar su propio negocio online.
Interesante artículo, gracias por las ideas y la reflexión !
ohoho muchísimas gracias Marcel por compartir esto, no sabía que hacías Homeschool... adelante mis estimados, hay muchísimos que podemos enseñar, proteger y amar a nuestros hijos. Un abrazote!